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Levantado al filo de la Baja Edad Media, no se corresponde con otros conjuntos de defensa estrictamente militar, sino que emerge desde un principio en el flanco de un berrocal como casa fuerte señorial. La complejidad de su planta es el fruto de las distintas modificaciones que se han ido introduciendo a lo largo de los siglos, correspondiendo a la primera época la cerca exterior que rodea el conjunto. Esta barrera se halla reforzada con siete torres cilíndricas, semicilíndricas y un espolón triangular por el flanco septentrional, mientras el meridional lo recorre un muro totalmente liso. Se adapta a la topografía irregular del terreno, dejando dos vanos de entrada, al Norte y al Sur de la fortaleza, siendo el último más antiguo.
En el recinto interior, a ambos lados de una torre de sección triangular se levantan distintas dependencias entre las que se incluye una capilla cubierta por bóveda de cañón, alacenas, miradores, salas de ceremonia y de residencia. Su configuración arracimada responde tal vez al trazado primigenio de los Bote que diseñaron la mansión como un bloque compacto y difícilmente vulnerable, en el que las mismas torres exteriores actuarían como contrafuertes de los tres pisos con que se llegó a edificar en esta parte.
Adosada al edificio con función residencial quedó la torre del homenaje destacada en altura del resto de la obra. Es de planta cuadrada ya ella se accede por distintos cuerpos a través de angostas escalinatas que cerca de la cúspide llegan a ser de caracol. Al final remata en una plataforma que debió de estar techada, con una fachada en la que se abren ventanales que dan vista a todas las tierras del contorno.
En el bloque norte, un espacio que debió servir en principio como patio de armas, almacenes y caballerizas se insertaron las dependencias palaciegas entre los siglos XVI y XVII, así como un patio cerrado con arcadas decoradas con figuras platerescas y renacentistas, desgraciadamente expoliadas por extraños y vecinos.
Dicho patio se componía de dos pisos abovedados, rematando el superior una serie de esgrafiados alusivos a los personajes de la casa, rodeados siempre de roleos y figuras que recuerdan las reproducciones de las casas coloniales españolas.
El piso inferior estuvo lucido hasta media altura por azulejos, lo mismo que las balconadas, rodapiés y chimeneas, pero al igual que sillares, ménsulas y columnas han sufrido un gran deterioro y destrucción. En el centro del patio un estanque o fuente alimentaba los jardines rodeados de los escudos que rememoraban los orígenes de las distintas ramas familiares.
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Castillo de Belvís de Monroy
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Alrededor de este patio, en los espacios repartidos al norte y este de la fortaleza, pueden apreciarse miradores, chimeneas formando parte de estancias residenciales en las que los mampuestos irregulares de granito son sustituidos por el ladrillo y el sillar trabajado. Esta obra de finales del siglo XVI, principios del XVII, tal vez hecha por encargo del penúltimo señor de Belvís Don Francisco de Monroy.
Con la pérdida de la cabeza de mayorazgo, que pasa a Oropesa, el castillo va perdiendo importancia encontrándose en el s. XIX ruinoso y despoblado.
A partir de los años sesenta, ligeras obras de restauración y consolidación, han frenado la destrucción de tan singular monumento, al tiempo que permite recrear algunos aspectos de la vida en el castillo.
Estado de conservación: Ruinoso.
Usos actuales: Ninguno
Investigación: A. Ordax (coord. 1986)
P. Hurtado (1912)
J.R. Mélida (1924)
M. Navareño Mateos (1985)
F. J. Timón García (1992)
V: Paredes Guillén (1905).
Contexto: Ámbito urbano.
Observaciones: Propiedad privada
Elementos de interés: Barbacanas, esgrafiados, torre del homenaje, iglesia y paisaje.
Situación: Casco Urbano de Belvís de Monroy.
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